En el piso 14 del Kavanagh, el primer rascacielos de América del Sur y una de las piezas más icónicas de la arquitectura moderna en Argentina, continúa en venta la propiedad que habitó Corina Kavanagh. Con 750 metros cuadrados totales, cinco dormitorios en suite y terrazas privadas, el penthouse ofrece vistas panorámicas de 360 grados a la ciudad, el Río de la Plata y la Basílica del Santísimo Sacramento. La unidad se encuentra publicada a USD 2.600.000, el valor más bajo desde su salida al mercado.
La propiedad fue remodelada y combina materiales de alta gama con detalles originales como grifería de época, picaportes, fallebas, columnas jónicas y baños en su formato original. Aun así, se estima que su precio actual representa un 68% menos que en 2007, cuando su valor era de USD 7.900.000.
En 2022 se ofrecía a USD 2.900.000. Su cotización se redujo en USD 5.300.000 en dos décadas (donde el país y el sector atravesaron distintas crisis, depreciación de la moneda, aumento en dólars, devaluaciones entre otros aspectos vinculados con lo macroeconómico).
Corina Kavanagh encargó la construcción del edificio en la década de 1930. Aunque la leyenda atribuye la obra a una supuesta revancha contra la familia Anchorena por impedir un romance con uno de sus herederos, historiadores como Mariela Blanco desmienten ese mito. “Mercedes Castellanos de Anchorena falleció en 1920, antes del inicio de la obra. No hay evidencia documental de un conflicto entre ambas mujeres”, explicó. Blanco destacó que el Kavanagh fue una apuesta vanguardista: “Una declaración de modernidad, no de venganza”.
Según la versión popular, Corina Kavanagh estuvo enamorada de Aarón de Anchorena, heredero de una de las familias más poderosas de Buenos Aires. Ante la negativa de los Anchorena a aceptar esa relación, Corina habría vendido varias estancias y mandado a construir el Kavanagh justo frente al Palacio Anchorena, obstruyendo la vista de la familia hacia la Basílica del Santísimo Sacramento, donde tenían su capilla privada.
Visión e historia
Corina Kavanagh (1891–1984) fue una mujer de gran visión comercial y audacia para su época. Proveniente de una familia de ascendencia irlandesa vinculada al negocio ganadero, supo multiplicar su herencia mediante inversiones estratégicas y se convirtió en una figura central del desarrollo urbano de Buenos Aires en la década de 1930. Su decisión de construir el Kavanagh fue también una declaración de independencia económica y social.
El edificio fue proyectado por los arquitectos Sánchez, Lagos y de la Torre. Su inauguración en 1936 marcó un hito: fue el primer edificio de hormigón armado de gran altura de Sudamérica. Su diseño escalonado, de estilo racionalista y sin ornamentos, modificó el perfil urbano de Buenos Aires. El piso 14 fue reservado por Corina como su residencia personal.
Iuri Izrastzoff, socio fundador de Fervor x Buenos Aires y de Izrastzoff Inmobiliaria, subrayó que el Kavanagh redefinió el modo de construir en altura en la ciudad. “Obligó a adaptar procesos y desarrollar perfiles estructurales nuevos. Fue una obra tan audaz que se adelantó a su tiempo”, afirmó. Y agregó que, según trascendidos, Corina prefería su casa de Olivos, aunque el penthouse simbolizaba su legado.
Con 120 metros de altura y 105 departamentos distribuidos en 14 pisos, el Kavanagh se mantuvo durante años como el edificio más alto de América Latina. Su diseño escalonado permitió que todas las unidades tuvieran ventilación y luz natural, una innovación para la época. En 1999 fue declarado Patrimonio Mundial de la Arquitectura Moderna por la UNESCO.
Cómo es el penthouse
Pablo Barrera, gerente comercial de Alto Grande Desarrollos y M&M Propiedades, describió al penthouse como “una propiedad sin comparación en el mercado actual”. La unidad cuenta con salón de recepción, amplio living con ventanales de piso a techo, comedor, cocina con vista abierta a la Plaza San Martín, lavadero, dependencias de servicio, entrada principal y de servicio, doble circulación y acceso por ascensor privado.
“El ingreso es una experiencia en sí misma. Desde el hall de recepción se accede al comedor y al living, que conecta con la terraza principal. Es un espacio donde se conjugan privacidad, amplitud y una vista privilegiada”, describió Barrera. En cuanto a terminaciones, mencionó pisos de mármol importado de Italia y África, instalaciones eléctricas y sanitarias completamente renovadas, excepto uno de los cinco baños que se conserva tal como fue concebido.
Las expensas mensuales ascienden a $2.300.000, con ABL estimado en $300.000. El edificio mantiene servicios como ascensorista, seguridad 24 horas y mantenimiento centralizado. Según Barrera, el perfil del comprador ideal es alguien que valore historia, arquitectura y singularidad: “Un coleccionista, un diplomático, un empresario. Alguien que busque una pieza de colección con vistas únicas”.
Joaquín Manuel Castro, creador del perfil Buenos Aires al Paso en redes sociales, recorrió la propiedad. “Lo que más me impactó fue la proa con columnas jónicas y la terraza-jardín hacia la basílica. Del pasado quedan los herrajes, algunas griferías, aunque se perdió el roble de Eslavonia en algunos sectores”, indicó. Añadió que se trata de una residencia para quien entienda el valor de lo irrepetible.
De mano en mano
Tras la muerte de Corina en 1984, el penthouse pasó a manos de la familia de banqueros Roberts y luego, en 2003, fue adquirido por un comprador extranjero. Desde entonces, se alquiló para eventos selectos, aunque la intención de su dueño era encontrar un comprador definitivo. “La buena noticia es que ahora está a su precio más bajo en 18 años”, señaló una fuente del sector.
Mariela Blanco remarcó que el mito romántico ayudó a posicionar al Kavanagh en el imaginario colectivo. “Pero debemos dejar de ver el edificio como producto de un despecho. Fue un ícono de su tiempo, pensado con mentalidad internacional y criterio arquitectónico sólido”, opinó. En su libro sobre patrimonio urbano, describe a Corina como una mujer adelantada, de gran inteligencia financiera, que convirtió una herencia en símbolo.
El entorno urbano también juega un rol relevante. Retiro vive un proceso de transformación con la esperada reapertura del Hotel Plaza, prevista para 2027. Esto podría revalorizar la zona como un polo residencial premium. Barrera proyectó que el valor del penthouse podría crecer hasta 40% en tres años, si se concreta la mejora en el entorno y se mantiene la escasez de propiedades comparables.
En transformación
El Kavanagh no solo marcó una etapa en la arquitectura de Buenos Aires: también fue el primer edificio residencial del mundo con aire acondicionado central, terrazas-jardín, purificador de agua y calderas automáticas. Desde su concepción incorporó estándares de confort inusuales para la época, lo que lo volvió referencia regional.
El diseño del penthouse se adaptó a esa filosofía. La cocina principal fue renovada con mesadas resistentes y mobiliario de alto estándar. Las suites conservan proporciones generosas y dos de ellas tienen salida directa a terrazas privadas. Los pasillos internos permiten circulación fluida y los sectores de servicio están completamente aislados de las áreas principales.
“Es un caso atípico. No estamos hablando de un departamento con amenities, sino de un ícono urbano”, subrayó Izrastzoff. Para él, lo más valioso es el legado cultural que representa: “El edificio marca un antes y un después en cómo se habitó Buenos Aires. Rompe con la escala europea de la ciudad y abre una etapa de verticalidad que aún se mantiene”.
El mercado de propiedades únicas en Buenos Aires es limitado. Según datos de operadores del segmento, hay menos de diez inmuebles con características comparables por historia, diseño y vistas. La dificultad de posicionarlos reside en comunicar su valor intangible. “No se trata solo de metros cuadrados, sino de significado”, remarcó Barrera.
Los registros históricos muestran que el edificio fue construido entre 1934 y 1936 con una inversión personal de Corina Kavanagh, quien vendió varias estancias heredadas para financiar la obra. La torre se levantó en un terreno triangular frente a la Plaza San Martín, interrumpiendo el eje visual entre el Palacio Anchorena y la Basílica del Santísimo Sacramento, lo que alimentó la leyenda.
Pese a las desmentidas, esa narrativa sigue presente. Incluso el aviso de venta de la inmobiliaria menciona que el edificio “fue proyectado como una declaración de poder y desafío social”. Historiadores insisten en que no hay pruebas de tal intención. Lo cierto es que Corina invirtió en la torre más moderna de su época y marcó una era.
Barrera sintetizó: “Este penthouse no es un lujo más, es una pieza cultural. Su compra no solo representa una inversión inmobiliaria, sino un gesto hacia el patrimonio urbano”. En ese sentido, subrayó que “la conjunción de historia, arquitectura y presente hacen de esta unidad un caso sin igual en el mercado argentino”.
El valor actual, la singularidad del diseño y el nuevo contexto urbano abren interrogantes: ¿quién será el próximo propietario de una de las residencias más emblemáticas del país?
