En una entrevista con Federico Miqueo en el streaming de Ladrillo.Info, Rita Comando, la presidenta de la Sociedad Central de Arquitectos cuestionó la modificación del Código Urbanístico (CUR) (realizado por la Legislsin la previa actualización del Plan Urbano Ambiental, señaló demoras de hasta un año y medio en la aprobación de planos en la Ciudad, y pidió un giro cultural que ordene la movilidad, la seguridad y la gestión pública para equilibrar el desarrollo norte–sur.
Rita Comando hizo una definición de partida: el Código Urbanístico (CUR) debe alinearse con el Plan Urbano Ambiental (PUA), que marca la estrategia de Ciudad. Por eso sostuvo que la actualización del CUR sin una revisión previa del PUA deja un vacío de dirección.
Señaló que el PUA continúa en discusión y que esa “deuda” condiciona cualquier cambio normativo de fondo. Aclaró que ninguna regla es permanente y que los instrumentos de ordenamiento necesitan revisiones periódicas, pero insistió en que el orden lógico es plan estratégico primero y normativa después.
Valoró que, durante el proceso de cambios, el Ejecutivo y la Legislatura consultaron a profesionales, asociaciones y vecinos, con un relevamiento de problemas detectados en el territorio. Marcó, sin embargo, diferencias en los resultados finales y volvió a ubicar el foco en el PUA como marco rector. En su visión, sin ese paraguas, el CUR corre el riesgo de resolver síntomas y no causas.
Un desequilibrio histórico y la agenda de accesibilidad
Comando describió un desbalance que la Ciudad arrastra desde hace décadas: norte vs. sur a partir de la traza de Avenida Rivadavia. Dijo que hubo “barrios de oportunidad” y avances puntuales, pero el desajuste persiste. Para cerrar brechas, recomendó concentrar políticas en movilidad, transporte, seguridad y servicios urbanos. Puso como ejemplo la demora en la expansión integral de la red de subte y el caso de la Línea F, que registró anuncios sin concreción plena.

Planteó que la accesibilidad real no depende solo de metros construidos, sino de la capacidad de llegar y habitar con seguridad, previsibilidad y reglas claras. Sin ese ecosistema, cualquier intento de “equilibrio” queda a mitad de camino. A su juicio, el planeamiento debe traducirse en infraestructura concreta y en gestión sostenida de la operación urbana.
Trámite y obra: el cuello de botella no es la norma, es el proceso
En el mano a mano con Miqueo, Comando puso el acento en la aprobación de planos de nuevos edificios en la Ciudad de Buenos Aires. Habló de esperas que alcanzan un año, trece meses y hasta dieciocho meses, un lapso que, remarcó, encarece proyectos, suspende inversiones y paraliza oficios. “El problema no es regulatorio, es de procesos”, afirmó.
Relató gestiones de la Sociedad Central de Arquitectos ante el Gobierno porteño y acciones conjuntas con el Consejo Profesional, con el objetivo de destrabar expedientes y ofrecer asistencia a colegas. Indicó que la administración responde que el sistema mejora, pero los estudios siguen reportando demoras. La metáfora que eligió para describir el sistema fue “mover un elefante cuadripléjico”: una estructura que muestra avances puntuales y luego vuelve a frenarse.
Consultada sobre qué falta, pidió medir con precisión en qué eslabón del circuito se acumula la espera: personal, plataformas, criterios técnicos, idas y vueltas documentales. Propuso cuantificar el costo del día perdido, porque cada atraso agrega plata al presupuesto y deteriora la viabilidad de los proyectos.
Profesión en transición: gestión, documentación y tecnología
Comando definió un cambio estructural en el ejercicio profesional. Las profesiones liberales tradicionales pierden peso frente a esquemas dominados por inversores, gremios y proveedores, con una industria de la construcción que alterna ciclos de expansión y retracción. En ese contexto, la documentación de calidad pasó a ser un diferencial que acorta obra y reduce costos, pero casi nadie la remunera de forma adecuada.
Mencionó el caso de presupuestos que incluyen horas de modelado BIM y desarrollo técnico completo, frente a ofertas que omiten esos ítems para ser “competitivas”. Ese atajo, señaló, se paga después con mayores costos y correcciones en obra. Reclamó reconocer el valor de la carpeta técnica y de la programación fina, y sostuvo que el “nuevo arquitecto” se distingue por su capacidad de gestión: programación, control de tiempos, reducción de desperdicios, trazabilidad y mantenimiento posterior del edificio.
Desde la SCA, informó, se impulsan capacitaciones con foco en inteligencia artificial aplicada al diseño y herramientas que demandan estudiantes avanzados y profesionales jóvenes. Subrayó, no obstante, una carencia formativa clave: poca experiencia de obra en la etapa universitaria por restricciones de seguridad y por la escala de las cursadas. Esa falta de contacto con materiales y sistemas complica la inserción inicial y retrasa la adquisición de criterio técnico.
Cultura, ciudad y responsabilidad colectiva
La presidenta de la SCA vinculó el desempeño urbano con cuestiones culturales: respeto por normas de tránsito, uso del espacio público, hábitos de consumo energético y mantenimiento. Ilustró con escenas cotidianas —aires a 20° con ventanas abiertas, estacionamiento indebido, paradas inseguras— para mostrar cómo pequeñas decisiones individuales dislocan sistemas completos.
Narró una experiencia de diseño de plazas que parte de observar los senderos reales de los peatones y ajustar el trazado a ese uso efectivo. Esa metodología, dijo, evidencia la importancia de involucrar al usuario en el diseño urbano. “Los arquitectos y urbanistas proponemos; la sociedad se apropia y define cómo se viven los espacios”, resumió.
Costos, precios y márgenes: dónde ajustar cuando la venta no acompaña
Sobre el costo del metro cuadrado, Comando explicó que la suba de materiales y la actualización de mano de obra tensionaron los presupuestos, mientras que los precios de venta no acompañaron en la misma proporción. El resultado fue márgenes más chicos y decisiones de inversión más cautas. Cuando no se puede incidir en insumos ni salarios, señaló, el margen de maniobra aparece en la gestión: logística, programación, control de calidad y mitigación de desvíos.

Reclamó métricas para dimensionar pérdidas por atrasos y por “no calidad”. Sin números, agregó, la discusión se vuelve cualitativa y el sistema naturaliza demoras y sobrecostos que nadie asume de forma explícita.
Política y expectativas: por qué falta estabilidad para invertir
Interrogada por el escenario tras las elecciones, Comando proyectó continuidad de la incertidumbre en el corto y mediano plazo. Dijo que mientras no haya estabilidad política, el inversor se retrae y el flujo de obras nuevas se resiente. Evitó pronósticos sobre un “cambio drástico” y prefirió remarcar condiciones habilitantes: confianza, reglas claras y previsibilidad.
Aun así, sostuvo un optimismo profesional. Reivindicó la arquitectura por su cruce de diseño, técnica y servicio público. Recordó su especialización en arquitectura hospitalaria, un campo donde la obsolescencia tecnológica exige actualización constante en instalaciones críticas y equipamiento, tanto en el sector público como en el privado. Observó niveles de excelencia conviviendo con déficits y reiteró la necesidad de inversiones sostenidas.
“Los ingenieros también lloran”: razones
Con humor ácido, Comando dejó una “declaración pública”: “los ingenieros e ingenieras también lloran”. La frase funcionó como síntesis de una agenda compartida por arquitectos e ingenieros civiles: trámites lentos, cadenas de suministro inestables, entregas fuera de término y presión financiera sobre obras y estudios.
Planteó que la salida no depende de una sola esfera, sino de coordinación público–privada, profesionalización y medición rigurosa de procesos.