El barrio que vio nacer futbolísticamente a Diego Armando Maradona atraviesa una metamorfosis silenciosa. Entre murales que recuerdan al ídolo y edificios de líneas contemporáneas, se consolida “La Isla”, un cuadrante urbano que combina gastronomía, vivienda y arte. Este nuevo foco porteño se despliega entre las avenidas San Martín, Donato Álvarez, Juan B. Justo y Warnes, y marca un punto de inflexión en la historia de una zona tradicionalmente residencial.
El entorno muestra señales claras de cambio: locales de cocina de autor, cafeterías y bares conviven con antiguos PH reciclados y proyectos inmobiliarios de escala media. La mezcla atrae a jóvenes profesionales, familias y pequeños inversores que encuentran precios aún razonables y una vida barrial con identidad propia.
“La cercanía con Palermo, Villa Crespo y Chacarita genera un efecto derrame que ahora llega hasta acá”, explicó Diego Grillo, de Desimone Grillo Propiedades. Según el especialista, el movimiento gastronómico actúa como motor de revalorización: “Los emprendedores aprovechan un área con buena ubicación, menos competencia y valores más bajos para abrir nuevos espacios”.

En las últimas cuadras de avenida San Martín comienzan a concentrarse propuestas que definen esta renovación. Entre ellas, destacan el restaurante Santa Inés, con estrella Michelin; Tita La Vedette, de cocina contemporánea; y el Café Mar del Plata, impulsado por el actor Martín Piroyansky, que atrae público de toda la Ciudad.
En valores
El fenómeno también se extiende a la oferta inmobiliaria. Los valores en La Paternal —donde se ubica “La Isla”— subieron en el último año, pero aún son más competitivos que en barrios vecinos. Los departamentos usados de dos a cuatro ambientes van desde USD 70.000 a USD 110.000 en unidades que requieren refacción, y entre USD 80.000 y USD 150.000 en las recicladas o en mejor estado.
Los alquileres, por su parte, se ubican entre $400.000 y $860.000 mensuales, según superficie y antigüedad. “Todavía pueden encontrarse propiedades hasta un 50% más baratas que en Chacarita y hasta un 70% menos en terrenos”, detalló Grillo.

La reconfiguración urbanística tuvo un papel clave. El nuevo Código Urbanístico reemplazó antiguas zonas industriales por la categoría USAM (Unidad de Sustentabilidad de Altura Media), que permite construir planta baja más cinco pisos y retiros. “Esto impulsó una ola de desarrollos con edificios medianos y espacios comunes, ideales para jóvenes o familias que buscan cercanía con el trabajo”, agregó el corredor.
El cambio también se refleja en la expansión comercial. “El crecimiento gastronómico demandó más locales, y eso empujó los alquileres”, indicó Ezequiel Wierzba, socio de Click Aparts.
Según sus registros, un local pequeño parte de USD 500 por mes, mientras que los de mayor tamaño sobre avenidas pueden alcanzar los USD 1.500. En el mercado de compraventa, los precios oscilan entre USD 70.000 y USD 100.000, dependiendo del metraje y la ubicación.

Wierzba subrayó que muchos nuevos proyectos incluyen amenities como gimnasios, terrazas y piscinas, junto con materiales sustentables. “Hay desarrolladores que incorporan paneles solares y sistemas de calefacción eficiente. Esa combinación entre confort y ahorro energético empieza a ser un diferencial de mercado”, explicó.
El paisaje urbano se transforma sin perder su esencia. Mientras algunos sectores mantienen su fisonomía de casas bajas y veredas amplias, otros se animan a propuestas más contemporáneas.

Para Ariel Yeger, de Yeger Negocios Inmobiliarios, esta coexistencia es parte del encanto local: “De día hay talleres y depósitos; de noche, las luces de los restaurantes cambian la atmósfera. Paternal logró reinventarse sin romper con su pasado”, sostuvo.
Áreas solicitadas
En el corazón del barrio, “La Isla” concentra gran parte de esta energía de renovación. Sus calles —Espinosa, Añasco, Maturín y Manuel Rodríguez— reúnen viviendas refaccionadas, PH con patios y pequeños emprendimientos residenciales. También conviven talleres culturales y espacios independientes como La Gran Paternal, un circuito de arte autogestionado que impulsa la vida cultural de la zona.

“La Isla conserva una zonificación más baja que el resto del barrio, lo que protege su escala humana y mantiene la identidad de sus calles”, explicó Grillo. “Eso atrae a quienes prefieren casas con terraza o jardín, sin perder conexión con la ciudad.”
La Facultad de Agronomía y los amplios espacios verdes cercanos refuerzan el perfil residencial. “El crecimiento cultural y gastronómico fortaleció el sentido de pertenencia. Hoy se percibe una comunidad activa, con vecinos que apuestan al barrio”, añadió el especialista.

El vínculo con Maradona sigue intacto. Aunque el estadio Diego Armando Maradona, en Boyacá y San Blas, pertenece catastralmente a Villa General Mitre, el símbolo deportivo y afectivo sigue anclado en Paternal.

Murales con la imagen del “10” decoran esquinas de Álvarez Jonte, Gavilán y Linneo, como recordatorio de la historia que dio identidad al barrio.
Demanda
El perfil de la demanda también se diversificó. “Conviven inversores que desarrollan edificios chicos con compradores finales que buscan mudarse”, apuntó Grillo Desimone. “La ubicación, los valores y el transporte convierten al área en una opción atractiva frente a Palermo o Villa Crespo.”

Wierzba coincidió: “La conectividad es clave. El tren San Martín, el Metrobus y las líneas de colectivo permiten moverse rápido hacia cualquier punto de la Ciudad”.
Yeger, en tanto, planteó una perspectiva optimista: “Con la estabilidad de los créditos hipotecarios, Paternal puede volver a registrar un movimiento importante. Es un mercado en transición, con precios más bajos que en Caballito o Palermo y márgenes interesantes para el que invierte”.