Arabia Saudita impulsa un nuevo rascacielos de 2 kilómetros de altura que, de completarse, se convertirá en el edificio más alto del planeta. Superará ampliamente al Burj Khalifa de Dubái, en Emiratos Árabes, que alcanza los 828 metros, y triplicará la altura del Empire State de Nueva York, en Estados Unidos.
El proyecto se ubicará en las afueras de Riad, la capital saudí, cerca del Aeropuerto Internacional Rey Khalid, y será parte de un nuevo distrito comercial llamado North Pole. El diseño fue adjudicado al prestigioso estudio británico Foster + Partners.
Este desarrollo urbano forma parte de la Visión 2030, el ambicioso programa del príncipe heredero Mohammed bin Salman para diversificar la economía saudí, reducir su dependencia del petróleo y posicionar al país como líder global en turismo, innovación y arquitectura futurista.
Según publicó New Atlas, el edificio duplicaría la altura de cualquier otra torre existente. La diferencia con los actuales rascacielos no solo es simbólica. La estructura representará un desafío sin precedentes en ingeniería moderna, por las cargas de viento extremas, el estrés estructural acumulado a esa altura y las exigencias sísmicas que impone la región.
El rol de The Line
El proyecto sigue la línea de otras iniciativas emblemáticas del reino, como The Line, la ciudad lineal de 170 kilómetros (ya en obras y la más larga del mundo) anunciada en 2021 como parte del megaproyecto NEOM, también impulsado por el Fondo de Inversión Pública (PIF). The Line propone un modelo de vida urbana sin automóviles ni emisiones, con edificios espejados de 500 metros de altura y 200 metros de ancho. Se estima que requerirá más acero que cualquier otro proyecto en ejecución en el mundo, generando impactos globales en el mercado de materiales.
En paralelo, Dubái —principal competidor regional en materia de arquitectura extrema— también proyecta su próxima gran torre: Dubai Creek Tower, que inicialmente buscaba superar los 1.300 metros. Sin embargo, ese proyecto quedó en suspenso tras la pandemia y aún no presenta avances significativos, lo que abrió una ventana de oportunidad para Arabia Saudita.
El rascacielos saudí contará con un presupuesto estimado de 5.000 millones de dólares. Aún no se conocen detalles sobre su diseño final ni plazos de ejecución. En la actualidad, el PIF se encuentra en proceso de licitación para la consultoría de gestión del proyecto. Entre las empresas invitadas a presentar ofertas figuran Aecom, Bechtel, Jacobs, Parsons, Turner y la británica Mace.
El edificio buscará redefinir los límites de lo posible en arquitectura. Será al menos tres veces más alto que el New World Trade Center de Nueva York y diez veces más que la Torre de Cristal, el edificio más alto de España. De concretarse, se convertirá en un nuevo ícono urbano y político en Medio Oriente.
Las exigencias técnicas son extremas. A esa altura, los vientos se comportan de manera impredecible y las oscilaciones pueden poner en riesgo la integridad de cualquier estructura tradicional. Además, los cimientos deben soportar una carga vertical inédita, lo que obliga a repensar el tipo de suelo, materiales y tecnologías de anclaje. Las condiciones sísmicas de la región también añaden complejidad. Un error de cálculo podría comprometer no solo el edificio sino la seguridad de todo el distrito.
Arquitectura de avanzada
La elección de Foster + Partners como arquitecto principal responde al prestigio internacional del estudio, que ya participó en proyectos como el aeropuerto internacional de Pekín y la Apple Park en California. La oficina ganó el concurso convocado por el PIF a fines de 2022 y presentó un concepto preliminar que incluiría usos residenciales, comerciales y tecnológicos.
Este megaproyecto se inscribe en una competencia regional por la supremacía urbana. Dubái marcó un antes y un después con el Burj Khalifa, inaugurado en 2010, que no solo se convirtió en el edificio más alto del mundo sino en una pieza central de la identidad nacional emiratí. Arabia Saudita busca ahora un efecto similar, pero a mayor escala y con un mensaje geopolítico claro: capacidad financiera, dominio tecnológico y liderazgo regional.
El país ya ejecuta una decena de desarrollos urbanos masivos. Además de The Line, se destacan el puerto de Oxagon, la ciudad montañosa de Trojena —que albergará los Juegos Asiáticos de Invierno 2029— y el centro industrial de Sindalah. Todos responden al objetivo de transformar territorios desérticos en polos de innovación global.

Mientras tanto, organizaciones como el Consejo de Edificios Altos y Hábitat Urbano (CTBUH, por sus siglas en inglés) advierten que las torres supertall generan costos de mantenimiento, consumo energético y gestión de evacuación que todavía no cuentan con estándares consolidados. El edificio saudí obligará a redefinir esos parámetros.
Con este nuevo rascacielos, Arabia Saudita busca algo más que batir récords. Pretende reconfigurar el mapa global de las ciudades del futuro, imponer su narrativa de modernidad en el Golfo Pérsico y liderar una nueva etapa en la historia de la construcción.