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noviembre 9, 2025 10:58 am

Era un barrio tranquilo y entonces llegó Mark Zuckerberg: cómo se transformó Crescent Park y por qué los vecinos no están conformes

• noviembre 9, 2025

Desde 2011, el fundador de Meta invirtió más de USD 110 millones en 11 viviendas de este barrio en Palo Alto, en California. La compra masiva de propiedades, la seguridad privada y las obras constantes alteraron la vida vecinal

Vista aérea del conjunto de viviendas adquiridas por Mark Zuckerberg en Edgewood Drive, en Palo Alto, donde concentra más de 11 propiedades

Durante décadas, Crescent Park, en Palo Alto, California, fue un modelo del sueño residencial estadounidense. Sus calles arboladas, sus casas de estilo Craftsman y las fiestas de cuadra reflejaban la calma de una comunidad universitaria cercana a Stanford. Hasta que llegó Mark Zuckerberg.

El fundador de Facebook y actual CEO de Meta, la empresa que también controla Instagram y WhatsApp, compró su primera casa en 2011 en Edgewood Drive, a pocos kilómetros de la sede de la compañía. Desde entonces, comenzó una expansión que transformó el paisaje y la convivencia del barrio. Hoy controla al menos 11 propiedades por un total estimado de más de USD 110 millones, según documentos públicos citados por The New York Times y registros municipales.

Cinco de esas casas fueron integradas en un solo complejo donde vive con su esposa, Priscilla Chan, y sus tres hijas. Las demás permanecen vacías o se utilizan como espacios auxiliares. Una de ellas funciona como sede para eventos y otra fue empleada durante los últimos años como escuela privada para 14 niños, pese a que el código de zonificación no permite ese uso residencial.

Debajo del conjunto, Zuckerberg construyó más de 700 m2 de espacios subterráneos que los permisos municipales denominan “sótanos”, pero que los vecinos llaman “búnkeres”. La obra, que lleva más de ocho años, generó cortes de calles, tránsito de maquinaria pesada y quejas constantes por ruido.

Seguridad, tensión y gestos de cortesía

Además de las remodelaciones, el nivel de vigilancia aumentó. Las cámaras de seguridad instaladas en los perímetros de las viviendas apuntan hacia las casas vecinas y los guardias privados vigilan el acceso a pie y desde autos estacionados. Algunos residentes denunciaron que fueron filmados o interrogados mientras caminaban por la acera.

El portavoz de la familia, Aaron McLear, sostuvo que las cámaras “no apuntan a las propiedades de los vecinos” y que el personal avisa ante cualquier actividad que pueda resultar molesta. Afirmó que Zuckerberg y su esposa Priscilla Chan están casados desde 2012 y tienen tres hijas: Maxima (Max), nacida en 2015; August, nacida en 2017; y Aurelia, que nació en 2023. “valoran ser parte de la comunidad” y que “tomaron medidas por encima de los requisitos locales para minimizar las molestias”.

Entrada principal de una de las propiedades pertenecientes al fundador de Meta, rodeada por muros y vegetación que limitan la vista desde la calle

Sin embargo, los vecinos no coinciden. Michael Kieschnick, cuya casa está rodeada por tres lados por propiedades del fundador de Meta, afirmó: “Ningún vecindario quiere ser ocupado, pero eso es exactamente lo que han hecho”.

Las compras comenzaron poco después de la mudanza inicial. En 2012 y 2013, Zuckerberg gastó más de USD 40 millones para adquirir cuatro casas contiguas. En 2016 intentó demolerlas y reemplazarlas con viviendas más pequeñas y amplios sótanos, pero la Junta de Revisión Arquitectónica de Palo Alto rechazó el proyecto. Aun así, las obras continuaron de forma gradual: una o dos casas a la vez, evitando una nueva revisión pública.

Desde entonces, la ciudad aprobó al menos 56 permisos vinculados con sus propiedades. Los registros municipales muestran que las compras se realizan mediante sociedades de responsabilidad limitada y que, en varios casos, los vendedores firmaron acuerdos de confidencialidad.

Cambios negativos

La expansión privada trajo efectos visibles. Las fiestas vecinales, antes multitudinarias, casi desaparecieron. Varios residentes denunciaron bloqueos de accesos, daños en vehículos por escombros y música alta durante eventos privados. Las calles suelen llenarse de camiones de carga, decoradores y proveedores que descargan mobiliario o catering para celebraciones temáticas.

Algunos vecinos aseguran que, pese al distanciamiento, el equipo del empresario ha intentado gestos conciliadores. En las ocasiones en que el ruido superó lo habitual, enviaron botellas de vino espumoso, cajas de donas o chocolates como compensación. En una de las fiestas anuales del barrio, Zuckerberg no asistió, pero mandó un carrito de helados como contribución simbólica.

Furgonetas de invitados llegan para un evento privado en una de las casas de Mark Zuckerberg, alterando la calma habitual del barrio de Crescent Park, en Palo Alto

El abogado jubilado Peter Forgie, residente del área desde hace dos décadas, dijo que intentó incluir al empresario en las actividades del vecindario sin éxito. “Intentamos integrarlo al grupo, pero nos rechazó en cada ocasión”, expresó.

El dilema de la convivencia y la desigualdad

La situación también evidenció la relación ambigua entre la fortuna individual y la gestión local. En 2016, cuando la junta municipal rechazó su proyecto, la expectativa era que Zuckerberg reubicara sus planes en otra zona con mayor superficie disponible. Pero las sucesivas aprobaciones parciales demostraron la dificultad de los gobiernos locales para limitar el poder económico de figuras como el fundador de Meta.

En total, la construcción se prolongó durante ocho años, con períodos de inactividad intermitente. Algunos residentes relataron que sus entradas de vehículos fueron bloqueadas, sus neumáticos dañados por los restos de obra y sus espejos retrovisores arrancados por la maquinaria.

Vista general del barrio Crescent Park, en Palo Alto, un área residencial tradicional del norte de California que cambió su fisonomía tras la llegada de grandes fortunas tecnológicas

Más allá de las molestias, lo que preocupa es el impacto social. En Crescent Park, las viviendas que solían heredarse o venderse a familias de profesionales hoy son objeto de especulación o permanecen vacías. En una zona donde la escasez habitacional es aguda, la concentración de propiedades en manos de una sola persona representa una distorsión del mercado local.

El caso se repite, con matices, en otros barrios de Silicon Valley donde ejecutivos tecnológicos levantan residencias fortificadas o compran lotes contiguos para garantizar privacidad. En Palo Alto, sin embargo, el proceso adquirió un valor simbólico: un barrio que representaba comunidad y convivencia transformado por una fortuna personal.

Para algunos vecinos, la llegada de Zuckerberg modificó algo más profundo que la fisonomía del barrio. “No se trata solo de muros o setos”, dijo uno de ellos. “Lo que desapareció fue la idea de que todos éramos parte del mismo lugar”.

El dilema que atraviesa Crescent Park es el de muchas ciudades donde la riqueza tecnológica redefine los límites entre lo privado y lo público. Las calles Edgewood Drive y Hamilton Avenue, hoy vigiladas y silenciosas, resumen esa tensión: eran un barrio tranquilo, hasta que llegó Mark Zuckerberg.

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